Net Zero y las implicaciones para los planificadores de emergencias
El Acuerdo de París establece objetivos ambiciosos para limitar el calentamiento global. Las reducciones de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) son cruciales para evitar los efectos catastróficos del derretimiento de los casquetes polares, el aumento del nivel del mar, las inundaciones, las sequías y los incendios forestales.
Los objetivos a largo plazo del acuerdo limitan el calentamiento global a menos de dos grados centígrados en comparación con los niveles preindustriales y un mundo climáticamente neutro para 2050. Sin embargo, dado que dos tercios de las emisiones de GEI se atribuyen a la combustión de combustibles fósiles, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), la transición a fuentes de energía limpias y sostenibles regirá si el mundo puede cumplir con estos objetivos.
Las energías renovables, principalmente la solar y la eólica, jugarán un papel importante, pero también lo harán otras fuentes de energía como el hidrógeno verde, azul y gris. Sin embargo, el cambio llevará décadas. La tecnología y la infraestructura deben desarrollarse. Hasta entonces, los combustibles existentes como el Gas Natural Licuado (GNL) son alternativas viables, capaces de satisfacer la demanda mundial y reducir las emisiones de Dióxido de Carbono (CO2) hasta el establecimiento de alternativas más limpias.
A medida que el mundo se adapta a la creación de un futuro neutro en carbono, ¿los desafíos que enfrentan los planificadores y respondedores de emergencias serán diferentes?
Lecciones aprendidas
Eventos como torrey Canyon, Amoco Cadiz, Exxon Valdez y Deepwater Horizon aumentaron la conciencia pública sobre los riesgos de producir y transportar el petróleo del que todos dependemos. Las imágenes de olas de petróleo negro rodando en una playa, la vida silvestre afectada y millas de costas sofocadas sirven como recordatorios vívidos de la importancia de la prevención y preparación para derrames.
En contraste, el GNL se ha transportado comercialmente en el mar durante más de medio siglo con un historial de seguridad intachable. Sin embargo, a medida que aumenta la demanda mundial de este tipo de combustible, también lo hace el tamaño de la flota internacional de buques cisterna de GNL. Para un sector que no ha tenido un momento decisivo en Torrey Canyon, los niveles de preparación y la capacidad de respuesta a incidentes importantes son igual de vitales, incluso si el contaminante es un gas o líquido incoloro e inodoro.
La seguridad pública y de respuesta siempre será la prioridad de cualquier incidente (el principio de gestión de crisis P de personas, medio ambiente, activos, reputación (PEAR)). Sin embargo, la experiencia nos ha enseñado el valor del modelado y la vigilancia de derrames de petróleo cuando se trata de gestionar el incidente. Estos datos son cruciales para ayudar a determinar el movimiento petrolero, el destino, los recursos amenazados e informar la toma de decisiones de respuesta.
Cualquier incidente importante que involucre GNL o hidrógeno líquido no tendrá las señales visuales en las que se confía cuando se trata de petróleo. La gestión de peligros como el fuego y la explosión dependerá de la capacidad de modelar de manera precisa y confiable parámetros clave como las tasas de vaporización, la dispersión de nubes de gas y el radio de explosión para proteger al público y a los respondedores. Cualquier brecha en las capacidades existentes deberá cerrarse para permitir que los comandantes de incidentes tengan un alto grado de confianza en los resultados de los modelos.
Estas brechas pueden requerir más investigación y ensayos para abordar la falta percibida de datos experimentales relevantes (Hissong, 2007, Middha et al., 2010, Venestanos et al., 2010). Además, la investigación adicional permitiría la medición y observación de los derrames de los procesos físicos del líquido criogénico y los resultados del modelo se validarían de manera más confiable.
Mantenimiento de las ganancias
El metano, el componente principal del GNL, también es un potente GEI. Según el Consejo Económico de las Naciones Unidas para Europa (CEPE), su potencial de calentamiento global a 20 años es 84-86 veces mayor que el CO2.
El 3% estimado de la producción total mundial de gas natural que se pierde anualmente por ventilación, fugas y quema es una preocupación importante. Las compañías energéticas están invirtiendo fuertemente para reducir esta cifra, utilizando la última tecnología para monitorear y validar las emisiones generadas en sus cadenas de valor. es decir, extracción, procesamiento, transporte, distribución y comercialización. Reducir las emisiones es una táctica, pero también lo es contener y tratar las emisiones generadas.
La tecnología de captura, utilización y almacenamiento de carbono (CCUS) desempeñará un papel esencial en la reducción de GEI. Esta tecnología captura las emisiones de CO2 en la fuente antes de ser transportada y devuelta al almacenamiento permanente en formaciones geológicas subterráneas o utilizada como materia prima para otros productos o servicios.
Cuando está completamente desarrollado, CCUS se puede aplicar en la producción de hidrógeno azul (la división del gas natural en hidrógeno y CO2), donde el CO2 se captura, comprime y licua. En estado líquido, el CO2 puede transportarse de manera más económica, ya sea por tubería o por barco a su sitio de almacenamiento final.
Si se transportan a granel en el mar, tanto el GNL como el CO2, como poderosos GEI, tienen el potencial de causar un daño ambiental considerable en caso de que haya una emergencia del buque que implique la liberación o pérdida total de la carga. Tales eventos tendrían el potencial de superar seriamente cualquier ganancia obtenida durante su producción, consumo o recolección.
Por lo tanto, la prevención es ciertamente mejor que la cura y si sucede lo impensable, la limpieza y la restauración en un contexto de derrame de petróleo no serían una opción.
En cuanto a la respuesta, la vigilancia es una posible operación sobre el terreno (más allá de responder a la víctima). El uso de láseres para conducir la química atmosférica puede medir las propiedades de absorción infrarroja y las concentraciones de los gases con un alto grado de precisión. Sin embargo, esas técnicas pasivas pueden no ser suficientes para satisfacer las expectativas de los gobiernos y del público por igual de una respuesta más intrusiva y tangible. La participación proactiva de las partes interesadas puede ser prudente para ayudar a gestionar las expectativas en caso de que ocurra lo impensable.
Reputación de nuevos combustibles
La percepción y las actitudes del público serán un factor importante para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París. La aceptación y la confianza de nuevas tecnologías desconocidas y no probadas será una gran pregunta para algunos. Además, la gestión eficaz de cualquier incidente de emergencia será crucial para mantener la confianza del consumidor en la seguridad, fiabilidad y rendimiento de sus proveedores de energía.
La energía nuclear ejemplifica los desafíos que pueden estar por delante. Los desastres radiactivos bien documentados en Chernobyl (1986), Three Mile Island (1979) y Fukushima (2011) han borrado el libro de copias de la fuente de energía. Estos desastres siguen siendo lo que la gente piensa primero cuando se considera la energía nuclear, a pesar de que son los únicos tres incidentes adversos desde que los primeros reactores entraron en funcionamiento hace casi 70 años, y la energía nuclear es más segura en general que cualquier otra fuente de energía a gran escala (fuente Asociación Nuclear Mundial),
Las malas noticias viajan rápido y viven mucho tiempo en la memoria. La historia nos enseña que la clave para construir la reputación y mantener la confianza pública puede no estar en un historial de rendimiento comprobado, sino en ganar corazones y mentes.
El futuro está en el pasado
Sin duda, se avecinan desafíos importantes para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París. Por el contrario, el fracaso no es una opción, y no hay una solución milagrosa. En cambio, múltiples nuevas tecnologías proporcionarán acumulativamente una salida al problema. Innegablemente tomará tiempo, y la revolución técnica, cultural y socioeconómica probablemente creará sus propios desafíos.
La regulación desempeñará un papel importante en el control de los nuevos riesgos, al igual que el desarrollo de planes eficaces de gestión de emergencias. Sin embargo, las mejoras en estas habilidades fundamentales solo vendrán como resultado de aprender de incidentes (o cuasi accidentes) y la mejor comprensión que eso trae. La Ley de Contaminación por Hidrocarburos (OPA 90), el Convenio de Respuesta y Cooperación en materia de Preparación para la Contaminación por Hidrocarburos (OPRC) y la eliminación gradual de los petroleros de casco único son un testimonio de ese hecho.
Cuando ocurran emergencias, los principios y procesos existentes continuarán proporcionando a los equipos de gestión de incidentes y a los respondedores los fundamentos para una respuesta efectiva y eficiente. Sistemas como ICS (Incident Command System) y los principios de gestión de crisis pear seguirán siendo relevantes y válidos. El futuro climáticamente neutro se formará en parte por las lecciones del pasado alimentado por combustibles fósiles.